Hay preguntas que vuelven una y otra vez a las sobremesas familiares, a los grupos de WhatsApp y hasta a los salones de clase. Una de ellas, que despierta debates encendidos y miradas cómplices, es esta: ¿la inteligencia se hereda de la madre?
Te cuento algo: la ciencia ha investigado este asunto por décadas, y aunque las respuestas no son tan simples como muchos quisieran, hay pistas fascinantes que merecen ser contadas con calma y sin el tono grandilocuente que suele acompañar estos temas. Aquí vamos.
La genética detrás de la inteligencia: un rompecabezas en movimiento
Cuando uno revisa investigaciones realizadas desde mediados del siglo XX, aparecen patrones llamativos. Investigadores de la Universidad de Cambridge, a finales de los años 80, observaron que ciertas funciones cognitivas parecían asociarse a genes localizados en el cromosoma X. No tardó en aparecer la teoría popular que afirmaba que la madre “entregaba” más inteligencia por heredar uno de estos cromosomas.
Y aquí viene lo interesante: aunque esas conclusiones tuvieron eco mediático, muchos científicos siguieron insistiendo en que la inteligencia no se podía atribuir a un solo gen o a un único progenitor. Aun así, la idea tomó fuerza, tal vez porque era fácil de explicar y porque sonaba casi poética: “la inteligencia viene de mamá”. Pero la ciencia rara vez funciona con frases bonitas.

La hipótesis del cromosoma X: qué hay de cierto
Para que te hagas una idea más precisa, los seres humanos tenemos dos cromosomas sexuales:
Las mujeres: XX
Los hombres: XY
La suposición de que la inteligencia se hereda de la madre se originó en que muchas funciones cognitivas parecen asociarse a genes del cromosoma X. Y como la madre aporta un cromosoma X tanto a hijos como a hijas, algunos interpretaron esto como una transmisión “más potente”.
Pero hay un detalle que pesa: el hecho de que un gen esté en el cromosoma X no implica automáticamente que determine la inteligencia, ni que su expresión sea idéntica en todos los casos. La genética es mucho más enredada que una simple asignación de poderes hereditarios.
Inteligencia poligénica: cuando todo es más complejo de lo que parece
Uno de los avances más claros de las últimas dos décadas es la confirmación de que la inteligencia es poligénica. Esto significa que no hablamos de uno, dos o veinte genes, sino probablemente de miles. No exagero: estudios del UK Biobank y trabajos publicados entre 2018 y 2021 estiman que más de 1.000 variantes genéticas están relacionadas con el rendimiento cognitivo.
Entonces, la idea de que todo se reduce a un “gen de la inteligencia” heredado de mamá se queda corta, casi caricaturesca. La ciencia apunta a un universo mucho más amplio, donde ambas partes —madre y padre— aportan piezas fundamentales.
El ambiente en el que crece un niño puede cambiarlo todo
Hay algo que suele pasar desapercibido en el debate popular: el ambiente pesa tanto como la genética. Lo vemos en investigaciones longitudinales realizadas en Estados Unidos, donde se sigue a miles de niños desde la infancia hasta la adultez. Resulta que factores como estimulación temprana, acceso a libros, la calidad del sueño, la alimentación y hasta la estabilidad emocional de los primeros años pueden modificar el potencial cognitivo.
Y te digo algo desde la experiencia de quienes trabajan con educación: un niño con una genética brillante puede tener un rendimiento mediocre si crece en un ambiente caótico. Y un niño con una base genética común puede volverse un adulto altamente competente si recibe apoyo constante, afecto y oportunidades.

Aquí aparece un punto donde la realidad y la genética se mezclan: en muchísimos hogares, especialmente en países latinoamericanos, es la madre quien pasa más tiempo con el niño durante los primeros años. La estimulación cognitiva —hablarle, cantarle, leerle, responder a sus preguntas— recae en ella.
No porque la genética lo imponga, sino por dinámicas sociales y culturales.
Es decir, muchas personas creen que la inteligencia “viene de la madre” no por los genes, sino porque ella suele ser la principal fuente de aprendizaje temprano. Esto cambia radicalmente la conversación.
¿Y qué dicen los neurocientíficos modernos?
Aquí aparece un detalle poco discutido pero fascinante. Durante el embarazo, el desarrollo cerebral del feto depende en gran parte del organismo de la madre: sus hormonas, su salud, su alimentación, su nivel de estrés, su acceso a atención médica.
Esto significa que, aunque la genética venga repartida por ambos padres, la madre determina en gran medida cómo ese cerebro se forma y se organiza. No es “heredar inteligencia”, pero sí “favorecer un entorno de desarrollo cerebral óptimo”.
Existe un fenómeno llamado impronta genética, estudiado desde los años 90. Algunos genes se “activan” solo si provienen del padre; otros, solo si provienen de la madre. Algunos investigadores propusieron que los genes maternos tenderían a modular funciones cognitivas superiores, mientras que los paternos influirían en sistemas más básicos, como crecimiento físico o instintos primarios.
Suena tentador usar esto para justificar la idea de la inteligencia materna, pero te cuento algo: la impronta actúa en un número muy limitado de genes. No es la regla general. Es más bien la excepción.
Lo que sabemos en 2025 (sí, ahora mismo)
Los metaanálisis más recientes son contundentes:
no existe evidencia científica sólida que respalde la afirmación de que la inteligencia se hereda mayoritariamente de la madre.
Lo que sí sabemos es que:
La inteligencia es poligénica.
Se hereda de ambos progenitores.
El entorno moldea los resultados.
El rol materno es clave en la formación temprana, pero eso no es genética.
Así que la pregunta “¿La Inteligencia Se Hereda de la Madre?” tiene una respuesta que suena menos espectacular, pero mucho más real: la madre influye, pero no determina ni “entrega” por sí sola la inteligencia.
Historias reales que muestran cómo opera este proceso
Hace unos años, una socióloga peruana contó una historia curiosa en un seminario académico. Dos hermanos, hijos de la misma madre y del mismo padre, crecieron en circunstancias radicalmente distintas.
El primero recibió atención, juegos, libros y acompañamiento escolar. El segundo creció en una etapa en la que la economía familiar se desplomó y la madre tuvo que trabajar dobles turnos.
¿El resultado?
Uno estudió ingeniería; el otro apenas terminó el colegio. Genéticamente comparten lo mismo, pero el ambiente los llevó por caminos distintos. Este tipo de historias, lejos de ser excepciones, aparecen una y otra vez en investigaciones sociales.
Si comparas datos educativos de Finlandia, Corea del Sur y Chile, verás algo revelador. Aunque la composición genética humana es similar en todas partes, los resultados académicos cambian dramáticamente debido al sistema escolar, el rol de la familia y las políticas públicas.
Eso nos lleva a una reflexión simple pero poderosa: la inteligencia no se hereda como un reloj, sino como un conjunto de posibilidades que el entorno puede expandir o limitar.
El debate cultural: por qué la sociedad insiste en atribuir la inteligencia a la madre
Durante siglos, las madres fueron consideradas las únicas responsables del desarrollo moral e intelectual de los hijos. Esto aparece en textos europeos del siglo XVIII y XIX, cuando se decía que las madres “moldeaban la mente” de los niños.
Aunque la ciencia moderna desmintió esa visión, el imaginario colectivo aún conserva parte de esa idea.
No es casualidad que muchas personas digan con orgullo: “salió inteligente como la mamá”. Tal vez sea una forma de reconocer el esfuerzo constante y silencioso de quienes suelen sostener la crianza, la educación y las rutinas familiares.
Y, siendo honestos, en millones de hogares la madre es la que explica las tareas, la que lleva al niño a la biblioteca, la que escucha preguntas infinitas antes de dormir.
El reconocimiento es emocional, no genético.
Entonces… ¿la inteligencia se hereda de la madre?
Si hay algo que casi todos los investigadores coinciden en afirmar es esto:
la inteligencia es el resultado de la genética, el ambiente, las experiencias y la cultura.
No existe un único responsable. Mucho menos un único progenitor.
La madre aporta genes, claro. El padre también. La vida hace el resto.
Lo que sí podemos afirmar sin exagerar
La madre no transmite más inteligencia por genética.
Sí influye enormemente en el desarrollo temprano (y eso impacta en el rendimiento cognitivo).
La inteligencia no es un destino, sino un potencial moldeable.
Acompañar, estimular y escuchar vale más que cualquier variante genética.

Conclusión
Si algo nos deja claro este recorrido por investigaciones, historias reales y datos concretos, es que la pregunta sobre si la inteligencia se hereda principalmente de la madre no tiene una respuesta categórica. Lo que sí podemos decir, sin temor a equivocarnos, es que la madre influye de muchas formas: desde los genes hasta el útero, desde la crianza hasta la presencia diaria que sostiene y guía. Pero esa influencia convive con la del padre, con el entorno, con la educación y con las experiencias que moldean la vida de cada niño.
La inteligencia no es un legado exclusivo, sino un tejido construido entre biología y realidad. Y aunque la genética de mamá tenga un papel importante, el verdadero impulso suele venir de ese acompañamiento silencioso, paciente y constante que tantas veces se pasa por alto. Ahí, quizá, está la parte más poderosa de la historia.
Preguntas frecuentes
1. ¿La madre aporta más información genética sobre la inteligencia que el padre?
No. La evidencia científica indica que ambos progenitores aportan información genética relevante y de manera equilibrada.
2. ¿El ambiente puede modificar el potencial intelectual?
Sí. La estimulación temprana, la educación y el entorno emocional pueden potenciar o limitar el desarrollo cognitivo.
3. ¿El embarazo influye en el desarrollo de la inteligencia?
Sí. La salud física y emocional de la madre durante el embarazo influye en el desarrollo cerebral del feto.
4. ¿La inteligencia es fija o puede cambiar?
Puede cambiar. Estudios actuales muestran que las habilidades cognitivas se pueden fortalecer con hábitos, educación y experiencias.
5. ¿Existen países donde el rendimiento cognitivo mejora por el sistema escolar?
Sí. Finlandia o Corea del Sur son ejemplos donde políticas educativas sólidas impulsan las capacidades cognitivas de sus estudiantes.
Enlaces de Referencia
Nature Reviews Genetics
Título del artículo: The new genetics of intelligence
Enlace: https://doi.org/10.1038/nrg.2017.104
Nature
Título del artículo: The heritability of IQ
Enlace: https://www.nature.com/articles/41319
